lunes, 4 de septiembre de 2017

Sin destino

Ódiame pero no me hagas culpable. Sonríeme las veces que quieras; despréciame en silencio. Niégame de espaldas porque no puedo. Tú no eres culpable. Créeme, yo tampoco. Estoy dando mis primeros pasos, aprendiendo a caminar hacia donde quiero. Y tú te encontraste ahí. Fuiste una ilusión más que notoria, imposible de asemejar, casi perfecta y sensata. Una marea apacible y dulce. Irresistible y serena. Viva y fuerte. Yo débil y áspero. Frágil y asqueroso. Dúctil y cretino. Tierno y humillado. Me deleitabas sin más. Eras compañera de risas y el molde de la libertad. Y me alejé, perdón. Siento no poder acompañarte a ese paseo que yo diseñé. De no poder correr contigo por las calles que yo mismo fabriqué. Soy maestro en crear mundos para luego abandonarlos. Me hice experto en extrañar la marginación del tiempo y negar la necesidad del agobio. Me odio a veces, pero me satisfago el resto del tiempo. Es la mayor de mis manías. 

Y tú no te pudres. Siempre pulcra y sensible. Ódiame, detéstame y abandóname, por favor, que ya no sé qué hacer. Tienes que desaparecer porque te deseo. Pero tú, abnegada a seguir siendo mi más preciado tesoro, con el mismo valor, con la misma calidad, como mi tesoro, no te pierdes. 

En realidad no quiero que me entiendas, solo quiero que te vayas. Que vueles y no me recuerdes. No es verdad, lo necesito, pero no lo quiero. Yo no te detesto, aunque espero que tú sí lo hagas, porque me lo merezco y porque te lo suplico. Si triunfo solo espero que recuerdes que alguna vez, sin saber el porqué, tú me ilusionaste, tú me cambiaste, me devolviste cierta gratitud por la vida. 


Porque siempre conseguiré recordarte, hasta nunca. 

Ritmo

Esta noche alguien va a probar mi barra de metal. La que no se enfría jamás, siempre está hirviendo. Ahora yo quiero jugar a ser gigante. Pensemos en horizontal, yo voy delante. Estoy ante conocidos que desconozco. Todos cantamos a coro letras vacías. Respetamos la sincronía de los saltos. Los gritos no consiguen acallar el sonido de las guitarras. La voz del cantante se queda en un segundo plano. Llueve cerveza por el brindis de la comunión entre felicidad y desahogo. Ese oro dorado enfría la sala. El calor no nos vence y seguimos el movimiento de la marea. No hay letras acabadas, ni tonos afinados. Solo se perciben risas y miradas de complicidad. Con el fin de cada canción las manos al cielo en símbolo de aprobación. El abatimiento no se considera y la libertad se vocifera. Sencillamente el aire que se respira invita a delirar toda la noche. Dormirme sería imposible, la hierba me escuece en la cara. Que cada vez que te vuelva a mirar me resulte más fácil morir que obligarme a decir la verdad.

Por la libertad de una rosa

Por fin se atreve a escribir. Olvida por un tiempo su cigarro y deja que se consuma en el cenicero. Está segura de lo que tiene que decir. Su diestra sujeta el papel. Una mano propia de la elegancia. Uñas pintadas con delicadeza, una solitaria pulsera de perlas y la textura de una piel que se camufla en lo oscuro de una ajada mesa. El humo del tabaco se contonea frente a la mirada de la necesidad. Un teléfono al que le queda una última llamada, una ventana que nunca más se cerrará, unas flores que marchitarán, los libros que jamás volverán a ser leídos y un abrigo de piel en el respaldo de la silla. En la finura de la sutileza ella respira al contemplar que tiene más cerca la libertad. 
¿Por qué no soñar con un lago sombrío al que le invade la niebla del anticipo al fulgor de la claridad? Aún siguen sonando las palabras que sacó de su alma. Se siguen interponiendo las frases de un adiós en la silueta de un tren que atraviesa el puente al deseo. Se sobreponen aún las huellas del recuerdo de una conclusión manifiesta en una carta con la prolongación de las letras y la memoria de una retirada en un sobre con un solo destinatario. 
El teléfono que por fin sonó y que nadie lo quiso descolgar. Ella recoge lo poco que la mantenía en el pasado, ella no quiere mirar atrás. Cierra la puerta que no abriría de nuevo. En su mente los golpes furiosos de una cascada marcaron el principio de un nuevo camino. Hacia allí fue llevada por un tren. Sus ruedas gritan con chillidos que todo vuelve a empezar. Transcurre por la tranquilidad de un cielo despejado, de un paisaje reposado donde irrumpe el aullido del desahogo. 
Las lentes del escritor descansaban ante el acomodo de una realidad. Él no se cansaba de inventarla. –Ella se va de la casa, se dirige a la estación y toma el siguiente tren- Pensaba en ella como si no existiese. Divagaba en la ilusión de algo que no fue, pero que deseó que hubiese sido. Ella es Charlotte, ella es su yo.
Siento la necesidad del aire de ayer. La mirada al pasado me invita al recelo que choca con la furia de mi nostalgia. No es necesidad, es mi vida. Mi tren oculto entre bosques y desierto borra sus pasos esquivando la verdad mordaz. ¿Nuestra historia llegó así a un final sin relieve alguno? Nadie fue tan feliz como tú en esta relación. Mi fragilidad urge un apoyo. Lo diste todo sin pensar. ¿Y yo? Fui desgraciada por no haberlo dado todo y no haber sabido gozar de esta oportunidad. Pero quizá soy yo la que se equivoca. Mi confianza trueca en mi voz y mi vista tiende al sosiego. Quizá la realidad es distinta a la percepción que tengo de ella. Es imposible saberlo. Pero no se trata solamente de esas cosas. El deseo va siempre más lejos. El deseo. ¿Todo ha terminado? Es casi ridículo. La vida parece a veces un error cometido por alguien que hace de nuestra existencia una especie de mascarada. La superficie marca lo confuso de mi realidad. Tengo deseos. ¿El amor? Ruego por disfrazar mi engaño. Chamela. México. Mi voz la acalla un silbido. Sé su significado, pero no acepto haber conseguido escapar. Me aseguro de mi realidad y me reafirmo en la apariencia. Sí. Todo ha terminado. Mi última oportunidad se cierra. Perdón, disculpe. En busca de ser dichosa entre tanta fortuna me acomodo hacia el tanteo de lo próximo. 

Como base mis directrices. Los focos se preparan y la actriz se maquilla para la escena. Para empezar, un plano medio de ella. El título de mi película debe ser “Charlotte”. Estaría muy contento si BabelsbergMosfilmo sobre todo Cinecittà se encargara de la filmación. Un plano medio mientras mira a la ventana de lo pasado con el entrecomillado de unas cortinas. Y en esto sus palabras.Los deseos también están mezclados con el miedo de perder mi libertad. Temo perder mi libertad. ¿Sus palabras? Ya nadie cree eso. Soy yo el que se sienta a ver lo perdido. Pero ¿Cómo se puede perder algo que no se posee realmente? Sigo sintiendo la necesidad de ese tren a mi libertad. Yo no poseo libertad alguna. Es todo. ¡No! Por supuesto, él no está aquí. ¿Soy la esclava de mi deseo de ser libre? Hay un deseo que me hace actuar. Un deseo que me impide actuar. Es un deseo que es más fuerte que todos los demás. Quiero ser libre. Sí. ¿Qué es más importante para mí  que ser libre? Quizá ¿mi propia conveniencia? ¿Qué quiere decir? Mi escritura es libertadEsta copa de vino también es mi libertad. Libertad. Apenas es una palabra. Una palabra que ni siquiera tiene un significado preciso. Es solamente una obsesión. Una idea. Un fantasma que viene de mi imaginación. Uno con el que construyo todas mis cadenas. Un fantasma hermoso y terrible. Creo haber nacido libre. Creo tener derecho a vivir libremente. Pero quizá también me equivoco con esta creencia. Hay demasiados limitantes. ¿La vida es solamente una ilusión? ¡No! Yo, yo no lo sé. Solo necesito de mí misma para salir y recuperar mi vida, mi ser, mi identidad. Sí, a veces tengo la impresión de estar perdiendo mi identidad. ¿O debo seguir siempre el mismo camino, el mismo destino? ¿Mi destino de buscar una libertad imposible? ¿Seré libre algún día? 
Todo se acabó. No queda nada de lo que él era. Ya no están ni él ni su copa de vino. Nadie se va a volver a sentar frente a esa mesa. Frente a esa ventana. Quizás se brinde por una libertad que nadie sabe si llegó. Solo quedan las pruebas del plan marcado. Una máquina de escribir, el papel, la carta, la pluma. Es posible que él vuelva a escribir. No lleva mucho tiempo siendo libre. Su cuaderno se cerró. Nadie sabe si abrirá otro. Su vista ya no se dirigirá a nada. 

sábado, 22 de abril de 2017

El llanto superior por una perdida aún no sufrida. Un humano que desaparecerá, un ser por el que lloro. Sigue siendo duradero el golpe. Afiancé mi relación con su simpatía, él me ofreció ser un consejero con dudas. Disfrutaré mientras vuele. Añoraré cuando no pueda.

sábado, 25 de marzo de 2017

Baja el cielo nocturno. Oscurece antes en mis pensamientos. Ni deambulo ni sueño. Persisto ante una insistencia; aguanto como puedo, con energías suficientes. Me distancio. Dura el ruido, continúa el alborozo infame y desfallecen mis horrores. Debo volver a morir. Reinstaurarme en mi monotonía persistentemente dolorosa pero satisfactoria. Mientras, viviré lo que me quede de oscuridad.

MarckoLescano

jueves, 23 de marzo de 2017

Me juras y me rompes. Tu destrucción renace y se eleva; Te abandoné muerta y tierna. Te encuentro viva y serena. Ni sé si existes. Quizá ya solo en mi mente. Putrefacta eras ayer, siendo mi esperanza hiriente. Hoy te levantas alejada y altiva. No quiero segundos, si necesito tu eternidad. Sensible y sin fin. Así te deseo.

MarckoLescano

martes, 19 de abril de 2016

INOCENCIA Y SUEÑO. INDUSTRIAS Y ANDANZAS DE ALFANHUÍ DE RAFAEL SÁNCHEZ FERLOSIO

Puede esperar sentado quien pretenda hallar una fuerte trama de acontecimientos entre las líneas de Industrias y andanzas de Alfanhuí, del polifacético Rafael Sánchez Ferlosio. Y es que lo importante en esta obra no es qué le pasa a Alfanhuí, sino simplemente que le pasan cosas. Es un bellísimo e imaginativo canto al puro andar los días. Fugazmente pasa el protagonista de recolectar hierbas a ser boyero, de ser taxidermista a practicar la mendicidad; lo central no es qué baldosas se encuentra en su recorrido, sino el andar su camino hasta el final por mor de andarlo. Ya que hemos sido arrojados a la vida, ¿por qué no aceptarla en su cambiante multiformidad y hacer del defecto virtud? Tal es la filosofía de vida de Alfanhuí: un increíble positivismo frente a todo lo que le sucede, no solo aceptando lo que le toca, sino disfrutándolo, viviéndolo, haciéndolo suyo. Y, curiosamente, es de esta manera tan sencilla, tan humilde -tan limpia, como recuerda Agustín Cerezales en el prólogo- como pasamos de la simple vida a una paleta llena de colores, capaces de maravillarnos como si siguiésemos siendo niños inocentes. Y es que no es otra cosa Alfanhuí sino inocencia.
Junto a ésta destaca otro elemento en la obra: el sueño. No sería justo hablar de fantasía porque el eje central del libro no se apoya en ella. Aquí no hay fantasiosas luchas, mágicos aconteceres o mitológicos personajes que acaparen nuestra atención principal. Es mucho mejor hablar de ensoñamiento. En los brazos de Morfeo vivimos cosas que, obviamente, no se dan en el mundo real, pero lo interesante es que seguimos actuando junto a ellas como si de lo más simple y banal se tratase. No tenemos el sentimiento de fascinación frente a la grandeza de luchar contra un dragón, sino la simple alegría de ver los vívidos colores de las flores, solo que ahora las rosas mutan cromáticamente, como la luz atravesando los finos hilos de fibra óptica; es la belleza de siempre de los pájaros en su elegante vuelo, con el matiz de que ahora tienen cinco alas y sus plumajes parecen obra de artistas circenses; el árbol en el que jugábamos de pequeños ahora en vez de savia destila zumos de colores. Redescubrimos así la realidad que siempre nos ha rodeado solo que desde la imaginativa perspectiva de los sueños.
Pero no se trata de un dormir profundo, pesado. Podríamos pensar en las líneas casi psicodélicas de Gérard de Nerval, en donde vamos descendiendo cada vez más en profundos niveles de sueños, desorientándonos, llegando a dar incluso sensación de angustia. Ferlosio rescata las coloridas e imaginativas letras de Nerval, las despoja de todo enrevesamiento, y las junta con la cándida inocencia de la Alicia de Lewis Carroll. Surge así el plácido sueño de una tranquila siesta en verano, al aire libre, sobre la hierba, los rayos de sol calentando nuestra tez pero sin llegar a quemar, con una muy leve brisa de fondo, un sueño del que nos despertamos con renovadas energías, descansados, con ganas de afrontar lo que sea. Esa sensación es la que provoca Industrias y andanzas de Alfanhuí.


Matt K. Lann