V
Ella, barroca y simple. Magistral sonrisa y mejor mirada. Hago como que escucho, prefiriendo observarla y respondiendo con la obviedad de la anticipación. Me sigue hablando y yo mientras la llevo al futuro. Es increíble lo sensible que puede llegar a ser el cuerpo. Ella me ve y yo la observo. Debo estar desvariando porque juraría que acabo de escuchar su sonrisa. Síntomas de locura que recreo en formas de florituras armoniosas. Ornamentas plateadas. Azulado destello de mi pequeña
Le dejaremos seguir hablando, aunque lo más propio sería acabar con todo y decirle lo desgraciado que puede ser. Que solo es la herencia de un desastre. Escupe sobre el refugio que desprestigia. Busca el dolor en donde siempre hubo paz. Admiro su entereza después de lanzar frialdad y displicencia. Pero me mantengo. No me alejo. Tampoco le escucho. No clamo venganza, solo en mi silencio le declaro una guerra personal. No seré ni su tiempo a disposición ni la mano a torcer. Parsimonia y mesura se presentarán ante él. No dejará de ser mi aliado, pero tampoco seré su llaneza. Él es traición. Yo seré la vil ingratitud.
Todo lo que escribo lo destruyo. Es coherente, porque nada tiene sentido. Lo mío es soltar lo que hay en mí, como si fuese esto un diario juvenil. Lo que escribo no es para nada lo que se debe escribir. Me escapo del canon porque el canon no me deja expresarme. Introdúcete en mis sensaciones. No encontrarás más que una inmediata sed de divagaciones. Pienso en el ayer y en el después. Escribo el antes y el mañana. Pinto mi presente. Dibujo quizá como me siento. Así soy, donde así me dejan ser.
Raptó a la locura y ahora dice que no puede con ella. Se arriesgó a enfrentarse a sus miedos y decidió rehusar combatirlos. Si mi soledad le asusta, la suya le amedrenta de pavor. Me tuvo de solución, falté a mi palabra y se perdió. Quiéreme, solo tienes que hacer eso. Arriésgate de nuevo con esta loca. Carga con el peso de la confusión mermada. Siénteme en tu boca. Prometo no volver a ser tu fantasía enajenada. No quiero pagar con despedidas mis errores.
Antonio L. Carrera
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