martes, 10 de noviembre de 2015

Ramón J. Sender

Con la brevedad que caracteriza al buen escritor, capaz de decir mucho en pocas páginas, Ramón J. Sender dio a luz Réquiem por un campesino español (1953), drama rural con ecos de tragedia clásica y que sirve, se podría decir, como una especie de sinopsis de un periodo crucial en la historia de España: el fin de la monarquía de Alfonso XIII, la proclamación de la república y la imposición del régimen franquista.
            Para la narración de los hechos, el autor no acude a la primera persona o a juegos literarios de manuscritos — técnicas empleadas una década antes por C.J. Cela en La familia de Pascual Duarte, otro drama rural que también se ambienta en ese periodo—, sino que Sender optará intencionadamente por el narrador omnisciente, y se servirá de un personaje como hilo conductor, Mosén Millán, el cura de la aldea. El papel de este en el transcurso de los hechos es tan vital que cuando la obra apareció publicada por primera vez, su nombre era el que daba título a la novelita. A pesar de que desconozco el  motivo real del cambio, una vez leída la novela, se puede apreciar como el auténtico protagonista no es  el cura, sino Paco. De este modo, Sender se apoya en el mismo recurso que empleará trece años después Miguel Delibes en Cinco horas con Mario: presentar un protagonista muerto y apoyarse en otro, partidario del lado franquista por sus creencias o su mentalidad (el cura en Réquiem... y Carmen en Cinco horas...), para eludir así la censura, se entiende. 
            La obra se abre un año después de la muerte de Paco y toda la acción que se corresponde con el tiempo presente transcurre en el interior de la iglesia. Sin embargo, la analepsis no se hace esperar demasiado, y por medio de los recuerdos del cura, se nos traslada a ciertos momentos biográficos de Paco, desde su infancia hasta el día de su muerte. Son pequeñas pinceladas que sirven para formar un cuadro bastante completo sobre  el fallecido,  la sociedad que lo rodea y los hechos históricos mencionados arriba. Marcado por una escena de su infancia (la experiencia de las cuevas que muestra la pobreza y la soledad en que se encontraba parte de la sociedad), y animado por los nuevos tiempos que se respiran en el país ante la huida del rey y la instauración de la segunda República, Paco abandera un movimiento que busca poner fin a los privilegios medievales de la nobleza sobre las tierras que otros cultivaban con el sudor de su frente en pleno siglo xx.
            Sin embargo, la llegada a la aldea de "un grupo de señoritos" "Un día del mes de julio", mientras la guardia civil no se hallaba en el pueblo por haber recibido órdenes de concentrarse en algún lugar indeterminado con "las fuerzas de todo el distrito", acaba con los sueños de los campesinos. Esta alusión explícita a los partidarios franquistas y el golpe de Estado que tuvo lugar el verano de 1936, eleva la obra a otra dimensión y la convierte en una metáfora de los acontecimientos ocurridos en España. De este modo, no solo se nos presentan los asesinatos nocturnos a inocentes ("‹‹No han hecho nada y van a matarlos. No han hecho nada››", pág.100), que tuvieron lugar con la llegada de los señoritos (lo cual se contrapone con el periodo de la República, en el que no hubo rastro de violencia física en la aldea), sino que también refleja la realidad española durante el gobierno franquista, en la que los representantes de la iglesia y la nobleza se hallaban "sentados en lugares de honor" (véase pág.87), más la vuelta al retraso social que imperaba en la época medieval y que la República había tratado de paliar, simbolizado por la devolución al duque de las tierras.

            El final se cierra con el comienzo de la misa (el cual se ve precedido por la presencia de un personaje inesperado, la mula de Paco), a la cual no acuden más que los enemigos de Paco, los mismos que se ofrecen a pagarla. Todos y cada uno de ellos estuvieron ligados de una manera u otra al régimen franquista. No hay ningún amigo, ningún miembro familiar. Solo, Paco se encuentra solo, igual que la trágica noche en que cerró los ojos para siempre. Esta idea es importante, ya que se hace mucho hincapié en ella al principio de la novela, quizás esa ausencia de seres queridos se deba a la personalidad que efectúa la llamada.

Gabriel Bravo Rodríguez 

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