El poema narrativo del autor argentino
José Hernández, Martín Fierro (1872),
supone la cumbre de la poesía gauchesca. El hecho de que el autor tratara al
personaje con la mayor seriedad posible, con la idea de presentarlo a la
sociedad a grandes rasgos, pero de manera fiel (como afirma él mismo en su
prólogo cervantino); supuso una innovación, pues hasta ese momento el gaucho
había sido una figura que, en el ámbito literario, se había utilizado como motivo de burla a
costa de su ignorancia.
Hernández, conocedor de la falta de
educación de la que carecían los gauchos, no cae en la paradoja del autor del Lazarillo, en la que el narrador en
primera persona emplea un estilo inalcanzable para alguien sin estudios como es
Lázaro. Para ello, el autor propone una narración de carácter oral que permite
al gaucho expresarse sin problemas, pues aunque no es "cantor
letrao", si se pone a cantar las coplas le van brotando "como agua de
manantial". Este rasgo cantarín, muy probablemente, favoreció en gran
medida la difusión del poema entre los gauchos y campesinos analfabetos, entre
los que el poema se hizo muy popular desde su publicación.
La obra consta de dos partes, conocidas
como La ida y La vuelta. Como dato anecdótico se podría señalar que esta última
no estaba planeada en un principio, al igual que la segunda parte del Quijote, sino que fue el tremendo éxito
que tuvo lo que llevó a Hernández a redactarla. En ambas se critica el trato
que reciben los gauchos hasta el punto de que el protagonista llega a decir que
"el ser gaucho es un delito" (1ªparte, v.1324). Fierro se queja
de ser un hombre perseguido por la
sociedad, lo cual le ha obligado a encontrase solo (se reencuentra con sus
hijos en La vuelta) y a tener que
irse a convivir con los indios, donde sufrirá una serie de vivencias que lo
marcarán muy hondamente, como la muerte de su amigo Cruz o la brutalidad de estos.
Con respecto a los indios, no todo son
cosas negativas. El autor, a través de los ojos de Martín Fierro (al igual que
hace Cervantes en Rinconete y Cortadillo con
el mundo del hampa, un mundo ajeno completamente a la civilización al que no es
fácil acceder) nos enseña la manera de vivir de los indios: sus costumbres (2ª
parte, vv.475-ss), su brutalidad y, al mismo tiempo, sus cualidades positivas—
que parecen ser un toque de atención a la gente civilizada—. Me refiero sobre
todo a lo pacientes y respetuosos que son
con los caballos a la hora de domarlos, lo cual logran sin necesidad de darles
un solo golpe (vv.1419-1424); o al hecho de que los botines que consiguen los
repartan por igual (vv.637-642). Esto último es muy interesante porque
contrasta con la avaricia y el desigual trato que reciben los gauchos en la
frontera, cuando no son pagados por sus servicios militares (1ªparte, vv.3605-08;
2ª parte, vv.709-792).
Muchas
cosas más se podrían añadir sobre la obra, pero por una cuestión de extensión
no me será posible comentarlas. Así, habrá que dejar para otra ocasión el análisis
del juego de narradores de la segunda parte que nos ofrece otros puntos de
vista que coinciden con el de Fierro (Hijo Mayor, Hijo Menor, Picardía—cuyo
relato presenta relaciones con la picaresca y Cervantes—o el Moreno), la
humanidad del protagonista que se preocupa por sus hijos perdidos o el momento
en que él y Cruz ayudan al enfermo de viruela cuando están con los indios, por
mencionar un par de ejemplos. Sin olvidarnos, claro está, del final del poema
en el que se muestra, por un lado, que el color de piel es un mero disfraz y
que lo que importa es la persona (algo importante si lo enfocamos desde el
punto de vista cientificista, surgido a raíz del positivismo que se engendró en
Hispanoamérica en 1867) y, por otro, el canto final de Fierro con un fin didáctico-moral.
Gabriel Bravo Rodríguez
1 comentarios:
Me parece muy interesante
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