IV
Camino
junto a uno de mis aliados. Él no hace mucho me estaba incitando a creer que el
mundo gira entorno a lo que decía Platón. Yo no podía contradecirle. No sé
quién es Platón. Yo solo le hablaba de lo olvidado que tenemos a Feijoo. Y
cuando todo apuntaba a que el debate llegaría a una resolución profunda, nos
hallábamos el uno con el otro lanzándonos a suerte del azar afilados dardos,
con el único fin de no acertar en la mano del contrario, en teoría. Y ahora de
nuevo juntos, a disposición del asfalto, coordinando cada zancada que damos,
intentando llegar cuanto antes a nuestros hogares, el único refugio a esta
insulsa temperatura.
Vivo mi
jornada con el pensamiento de que seré feliz y al acabar el día creo
reafirmarme, pero no es así. Nada cambia porque él no puede cambiar nada. Yo no
soy más que cúmulos de tropiezos y fantasías arruinadas. Desaprovecho mis pasos
dados, andando con desaliento, pensando solo en un mañana repleto de
oportunidades. Admiro a quien dicen que no debo y lloro por lo que se supone
que no tengo que derramar lágrimas. Soy estulticia y mansedumbre. Aún me
mantengo en mi ser, triste, pobre y degradado a la marginación por ser una
simple soñadora. Por eso quieres alejarte. Pero tú no eres el problema. Eso es,
por eso quieres alejarme. Créeme que te quiero, pero no puedo dejar de sentir
que muchos dejaron sentirme. Esa es mi destrucción.
Escribir
a la altura y renunciar a mis sensaciones. No todo es abarcable. Pero yo quiero
plasmarlo todo. Una palabra va detrás de otra. Amenaza la lengua con dejarme
tranquilo, en paz. Pero no quiero no ser
y anhelar el hierro que hay en mi pecho. Eso es lo que me hace escribir
y lo que me pide que prosiga. Innato en mi escritura y en mi estilo imperfecto.
Es esta una pincelada más. Cubro las mejillas de color rojo y con un brochazo
encierro su mirada. La boca también. Se pierda la lengua y se pierde el alma.
No te echaré de menos en
septiembre. Verano muerto, veré las chicas pasar. Será como aquella canción de
los años ochenta. Seré como el tipo que algún día fui. Será como aquella
canción de los ochenta. Seré como el tipo que algún día fui. El tren se detiene.
La gota que se iba a precipitar desde el rojizo pelo se iba a precipitar y el
impacto del chicle lanzado por el bárbaro caballero roñoso se detuvo. El
traslado al pasado era factible en ese momento. Las condiciones meteorológicas
lo permitían. Ya todo eso carecía de importancia. Cancelé el viaje y el
trayecto de regreso se hizo más breve. Todo ha pasado. Ahora el tren avanza, la
gota cae y el chicle me repugna al impactar con el suelo. Eso y nada más. Prometo no mandar más cartas y no pasar por
aquí. Prometo no llamarte más y no inventar ni mentir. Prometo no seguir
viviendo así. Prometo no pensar en ti. Prometo dedicarme solamente a mí. [...].
Antonio L. Carrera
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